Biografía - III
EDUARDO
CANCINO

Cruz Roja Mexicana

Prácticamente de forma simultánea en el año de 1979, después de haber sido aceptado en la Facultad de Medicina de la UNAM, uno de mis nuevos compañeros de escuela, Ignacio Gómez Prado, nos invitó a los que nos habíamos identificado como nuevos flamantes amigos, a participar como visitantes a la delegación de la Cruz Roja en el municipio de Naucalpan de Juárez del Estado de México; las guardias eran los días domingos, el único día real que tenía yo para descansar, pues trabajaba por necesidad en la CFE y así poder pagar mis estudios (era mozo de tercera categoría en la Comisión Federal de Electricidad, lugar al que ingresé después de una muy larga historia, pero que no me ocupa en este momento), acudimos a una guardia y el vivir algunas experiencias muy significativas, me cambió la vida y además de continuar con mis estudios en la facultad, de trabajar en la CFE, empecé a hacer guardia cada domingo en Naucalpan, unos años después en sede central de la Cruz Roja en Polanco de la ciudad de México, y así por 28 años más en la institución, mi tercera Alma Mater.

La CRM

Hubo en mi andar por la Cruz Roja, muchas situaciones que me cambiaron la vida, la forma de pensar de mi mismo y de mi actuar; el saber que mi recién elegida profesión, la medicina, no podría ser más completa si no estaba verdaderamente comprometida con mi gente, si, con aquellos que en un instante, estaban viviendo tal vez, el drama más terrible de su vida, ya sea por verse envueltos en un accidente, indeseable, impredecible y abrupto o quienes por alguna razón, su vida se encontraba en peligro ante la presencia de una enfermedad súbita, aguda e inesperada o una enfermedad crónica que se agrava y los ponía al borde de la vida.

Mil y una historias, desde las mas simpáticas hasta otras terribles, que cambiaron la vida de familias enteras o dejaron en la indefensión a hijos, esposas o parientes. Muchas situaciones que viví en compañía de mis compañeros de guardia, riesgos corridos, peligro inminente, razones para intervenir y ayudar, aprendizajes reales fuera del aula y en la crudeza de la calle; muchas que nos llenaron de orgullo y otras tantas de dolor y reflexión.

Vamos a una fiesta, me decían, gracias, pero no puedo..... tengo guardia en la ambulancia de la Cruz Roja, y así, por más de veinte años.


EL PASO DE LOS TIEMPOS

Dentro de la Cruz Roja descubrí un mundo diferente, personas dispuestas a sacrificar su vida por un desconocido, otros que buscaban su razón de ser en una ambulancia, había quienes encontraban en la Cruz Roja, el único lugar en donde eran alguien, en donde los demás podían distinguirlos, ser alguien importante, lograr un sitio en la sociedad y si, en ocasiones se comportaban como Dioses dadores de vida, en otras como policías, jueces, jurados y verdugos con quienes, infringiendo la ley, habían causado un daño a otros; cientos de momentos especiales, situaciones inolvidables, por su crudeza o su ternura, partos, lesiones, personas rescatadas, otras, perdidas y sin vida, un mundo diferente, muy distinto al que yo había vivido todos los años atrás en mi existencia.

Debo confesar que yo también me llené de soberbia, de esa soberbia que se llenan los que consideran que están haciendo algo distinto, superior, bueno o mejor que nadie, muchas veces presumí un servicio, mi actuación y la actuación de mis compañeros, pero al recapacitar, concluía que mi deber era ser agradecido, pues se me brindaba la oportunidad de servir, no de desear que algo malo ocurrirá, sino de permitirme ser yo, quien acudiera al auxilio, y en medida de mis posibilidades, a ayudar a quien en ese instante lo necesitaba.


CRUZ ROJA Y EL MUNDO

Fueron muchos años en la Cruz Roja: para mi, la institución más digna y humana en la tierra, la organización que no solo atiende y cobija al vulnerable sino que, reúne a un grupo de seres humanos extraordinarios, dispuestos y ejemplares.

En todo este tiempo tuve el privilegio de desarrollarme en varias áreas de la institución, desde el socorrismo a mi ingreso, la primera generación de paramédicos en el 80, el estado mayor con el Comandante Juan Said Homse, la jefatura de transportes en la ciudad de México de la sede central 312, la representación de la Cruz Roja de Aguascalientes como Coordinador de desastres en alguna convención y el honor de saber y ser un miembro de la Cruz Roja Mexicana.

ERUM Y BOMBEROS

En los últimos años en la Ciudad de México, antes de cambiar mi residencia a la ciudad de Aguascalientes, el grupo de amigos de la Cruz Roja en 312, decidimos incursionar en otro ambiente, invitados por la estación de Bomberos de Tacubaya, ingresamos al Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM) de la Secretaría de seguridad pública del Distrito Federal con una Unidad de Rescate. Nuestra labor en ese momento cambió, de ser un grupo de tripulantes de una ambulancia, a un grupo de rescatistas en casos especiales, pues contábamos con equipo y herramienta diferente y especializada para la extracción vehicular, el rescate de altura y la intervención en incendios y desastres.

Nuestro cambio fue notable, iniciamos una serie de experiencias nuevas y distintas, el trabajar para liberar a una víctima, estabilizar y entregar a una ambulancia para su ulterior atención y traslado, generó una nueva sensación de compromiso.

Vivimos muchas situaciones de tensión, pero invariablemente y en menos tiempo, ya estábamos disponibles para atender otra emergencia y otra y las que sucedieran en nuestra guardia, y colaboramos con todas la instituciones, sin menosprecio de nadie y con el respeto a todos.

"El día de hoy, al final de mi camino, he entendido que el espíritu de servicio es la única base de cualquier labor humana, si lo que se hace, no es su fin último el servir a alguien, no tiene razón de ser"

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